Las nueve críticas literarias de la semana | El correo

2021-12-15 04:11:58 By : Ms. kitty qsl

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El escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón. / Isabel Permuy

El uso literario del niño como instrumento de terror tiene abundantes antecedentes. Lo podemos encontrar en novelas como 'El señor de las moscas' de William Golding, en 'El tambor de hojalata' de Günter Grass o en 'El otro' de Thomas Tryon. A estos se suman otros en los que entra en juego el fantástico ingrediente, como 'Monster Love', de la norteamericana Katherine Dunn, o 'Country House' del chileno José Donoso. Es a esta tradición moderna a la que ha recurrido el escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón en 'Horda', su nueva entrega narrativa, para mezclar el elemento infantil con el género distópico. La novela presenta la ficción de una sociedad en la que los niños, hartos de la extrema banalización, el uso perverso y la pérdida de sentido a la que los adultos han sometido el lenguaje, han acabado por tomar el poder y decretar la prohibición del lenguaje. uso de la palabra tanto en su manifestación oral como escrita.

El libro de Menéndez Salmón no tiene la sustancia ni la ambición de las grandes distopías clásicas, que inevitablemente sirven de referencia, sino que sigue siendo una suerte de alegoría o parábola que no supera las 120 páginas. Su protagonista es un chico cuya misión es velar por una granja de monos y que, como la lengua se ha extinguido, carece de nombre propio y se le conoce con el pronombre 'Él', escrito con mayúscula, en un texto deliberadamente aséptico. en el que prevalece una voz narrativa que habla en tercera persona en tiempo pasado. La perplejidad y fascinación que experimenta este mudo vigilante en las primeras páginas al ver a una mujer que lee y ríe (también la risa y la alegría están prohibidas en esa silenciosa pesadilla como consecuencia comprensible de la prohibición verbal) despierta en su interior un impulso incontenible. de rebelión que se revela inmediatamente como el detonante de toda acción narrativa. Será ese personaje femenino, el lector, quien interrumpa el discurso del narrador omnisciente y su rígida asepsia para hablar en primera persona, con una dosis de lirismo dramático pero contenido, de la mutilación que tiene la condena del silencio y la prohibición de los libros. implicado. Lo hace en el capítulo IX, de los dieciocho en que se divide la novela, y que cumple una función tan explicativa como emotiva. En su ardiente defensa de la lectura, el lector puede percibir esta inesperada interpretación de la palabra como lo que podríamos llamar 'el corazón del texto', así como el universo deshumanizado y mecanizado que en él se nos describe.

Evidentemente, el 'Fahrenheit 451' de Bradbury y el '1984' de Orwell están presentes en esas grandes pantallas que presiden tanto las viviendas como los espacios públicos del libro y en las que una entidad llamada Magma, que es la expresión tecnológica, proyecta constantemente imágenes de control totalitario. Como también lo son los niños robóticos que forman ese pensamiento policial que utiliza un fantástico dispositivo electrónico, el Tesauro, para ejercer su control sobre los individuos, localizar en ellos desviaciones de comportamiento y castigarlos oportunamente con la muerte o amnesia. Los propios monos contribuyen a la fantasmalización de la atmósfera y el escenario ficticio, en el que el protagonista buscará aliados en su peligrosa aventura hacia la libertad, así como otra ausencia notable del paisaje -la noche- en esa hiperrealidad enrarecida y presidida. por una media luz permanente.

Al menos en teoría, las ficciones distópicas no persiguen la verosimilitud, sino una verdad en la pesadilla que describen y relatan. Es por esta verdad que el lector de 'Horde' puede preguntarse. Y es que, aun sabiendo que estamos ante una ficción que no persigue la credibilidad realista, existe una cierta incongruencia en todo este planteamiento argumentativo que delata su denuncia y que responde a una contradicción ética: si los niños se han hartado de la manipulaciones y mentiras que los adultos practican con el lenguaje, ¿qué hacen al abundar en ellas? ¿Contra qué está tu resentimiento? ¿Contra la tiranía que pervierte la palabra o contra la palabra misma, que se erradica para que triunfe otra tiranía en versión silenciosa? ¿Qué tan hartos de la pérdida del sentido del lenguaje hay en algunas criaturas que se describen en la página 15 con "la misma idiotez silenciosa, el mismo gesto anfibio entre la estupidez y la apatía"?

Es posible que si digo que hoy voy a comentar el único libro de ficción de la escritora y editora estadounidense Julie Hayden (no confundir con Julie Hayden, nacida en 1857 y fallecida en 1874, profesora negra para estudiantes negros en el American South, que fue asesinado a los 17 años por ser negro y enseñar a niños negros), el lector se queda en vilo, como me quedó yo cuando recibí esta rigurosa novedad traducida al español en una editorial que comienza su andadura precisamente con este libro. Se titula 'Las listas del pasado', un conjunto de historias divididas en dos partes, una de las cuales (la segunda) da título al volumen.

Es necesario que hablemos de su autor antes de referirnos al formato narrativo y contenido de ella, repito, único libro. Algunos datos biográficos dan pistas sobre la interpretación de los curiosos cuando no los comportamientos enigmáticos de sus protagonistas. Nuestra autora era hija de la poeta Phyllis McGinley, ganadora del premio Pulitzer. En el prólogo de esta edición, firmado por el escritor S. Kirk Walsh, nos cuenta que habló con la hermana de Julie Hayden, Patsy, y que ella le dijo que la vida de su hermana era bastante trágica. Amante de la lectura, padeció desde muy pequeña algunas fobias, como la altura, los ascensores y las escaleras mecánicas. Se graduó Cum Laude en Lengua Inglesa y Griega. Muy pronto se puso a trabajar en 'The New Yorker', el templo de los cuentos. Un dato importante, que da luz a sus historias, es su capacidad para observar la naturaleza. Junto a esto, desarrolló un gran conocimiento del mundo de las aves, sin haber viajado mucho. Llegó a clasificar más de seiscientas aves, que también, de paso, son citadas en estas historias. Los editores de 'The New Yorker' conocían las historias de Hayden y comenzaron a publicarlas periódicamente. Finalmente, en los años setenta, la editorial Viking los reunió en un solo volumen y fueron editados. Obtuvo un rápido reconocimiento por parte de la crítica especializada, incluido el prestigioso suplemento de 'The New York Times': la 'Sunday Book Review'. Poco tiempo después, a la autora le diagnosticaron un cáncer de mama que dejó de tratar. A cambio, para soportar la infeliz situación, optó por el alcohol. Eso precipitó su muerte en 1981 a los 42 años.

En este libro confluyen asuntos familiares, un funeral, la poda de árboles, un paseo en busca de un acantilado visitado en la infancia. Si tuviera que elegir una pieza representativa de este extraño y hermoso libro de cuentos, sería 'Ratas bebés de un día'. Una mujer sale de su casa en dirección a una fiesta privada. Cuando llega, ha visto la vida en todo su esplendor y la mágica vida cotidiana. ¡Una alegria!

La narrativa de Lobo Antunes ha descartado desde hace mucho tiempo la posibilidad de narradores omniscientes y se ha entregado a la música introspectiva del monólogo interior. Abrir las novelas de los portugueses es en ese sentido como abrir una caja que contiene voces que fluyen a la vez ensimismadas y libres, como emisiones de pura identidad. Que estas voces se vieran afectadas por algún tipo de obsesión o desequilibrio es común, pero esta vez el autor portugués apuesta aún más fuerte y entra en la cabeza de alguien que literalmente la está perdiendo a causa del Alzheimer. La protagonista de 'Para el que me espera sentada en la oscuridad' es una actriz de 79 años que vive postrada en cama en su apartamento de Lisboa sin más compañía que la de un cuidador, un médico que la asiste en su progreso. enfermedad y un sobrino que la visita de vez en cuando y se toma a distancia al cargo de su situación.

A medida que avanza la novela, el deterioro cognitivo del narrador es mayor. Su pensamiento se mezcla con las voces que suenan afuera (las instrucciones del cuidador, las palabras del médico, los diálogos de las visitas, y sus propias respuestas sin sentido, iterativas, extrañas) y aparecen como líneas de diálogo que interrumpen el monólogo. adentro de una manera asombrosamente plausible. Es en la primera parte del libro donde el lector vislumbra una vida que se disolverá a medida que avanza la historia: la infancia en Faro, la figura magnética del padre, la madre melancólica, la muerte de una hermana, los hombres en el merodeo, los años en el teatro, Lisboa, la fama, dos matrimonios no demasiado memorables ...

En su confuso relato de vida, la protagonista siente nostalgia por momentos de su vida, especialmente de la infancia ("Ojalá en Faro, ojalá mis padres", repite en alguna ocasión de forma entrecortada y totalmente comprensible), pero también crítica de una existencia que no no idealizar. Si el desafío expresivo de la novela es imponente, también lo es su inteligencia. Así lo demuestra la forma en que el colmo del monólogo de un personaje trastornado y en cierto modo irrefutable se combina con mínimos y miserables detalles que recuerdan también lo mucho que tiene la muerte la última rutina. Más allá de su despliegue formal (la versión española del texto es magnífica), el gran mérito del libro consiste en que de alguna manera el lector sustituye lo que la enfermedad hace estragos y siente frente a un protagonista completo, sin notar tanto la destrucción como la naturaleza de lo destruido. Todo acaba con un impresionante tramo final en el que Lobo Antunes lleva su apuesta hasta el final y describe cómo se extingue una conciencia aniquilada.

Vale la pena recorrer los pasos dados en el género poético por FL Chivite, conocido también por los lectores por sus aportes a El Correo. En 'Una cuestión de equilibrio [Poesía completa]' ha recopilado los cuatro libros que componen su mundo. El autor ha repasado los cuatro en la introducción. Lea hoy el primero de ellos, 'La inmovilidad de los perseguidos' (1986) contiene las claves de su tiempo: la fuerza de los sueños juveniles, un entusiasmo absorbente, una llamada a la palabra exaltada, que contrasta con una expresión de poesía corta y destilado. El libro 'El abismo en la pared' (1996), que fue galardonado con el premio Gerardo Diego, tuvo un exitoso desarrollo. Si el primer libro terminaba con una cita que debemos recordar: "Hay confusión / diversidad / desorden", éste explora desde el expresionismo aquellos ángulos cercanos al caos "donde todo es silencio". 'Calles con poco tráfico' (1999) continúa con el juego de la paradoja que se aprecia en los tres. Aquí el tono es meditativo, y desde el momento cotidiano se establece una imagen del mundo interior: "Nunca he puesto demasiada confianza / en la felicidad de los tiempos futuros". 'Notes for a Manifest Future' (2009) presenta una reflexión política para el presente. Holan vuelve a encabezar el texto y una expresión entre irónica e imaginativa. Detrás del libro hay una intención bien definida: "Nos volvemos desagradables cuando nos equivocamos en nuestro tono", dijo Pavese. Pero cuando lo hacemos podemos ser sublimes. Esta búsqueda del tono exacto recorre las páginas de esta aventura personal.

La tradición oral del Alto Nervión, apunta el historiador Ake-tza Merino, cuenta la leyenda de la banda de forajidos del Granizo, que habría actuado en los caminos y bosques a finales del siglo XIX. Aquí Merino intenta seguir su rastro a través de documentos oficiales para averiguar qué hay de cierto en la leyenda y si realmente había una banda o ... o eran tan pobres que, de vez en cuando, se juntaban para dar el palo. impulsado por pura necesidad. Los nombres de la década de los 70 de ese siglo llevan a otros atracadores mucho antes, trazando así una especie de genealogía de Hail y sus 'secuaces'. Y sobre todo, la radiografía de una época de guerra y escasez, de personas que no tenían posesiones ni esperanzas de tenerlas, de pobreza generalizada.

'Cuaderno de emergencia' es un libro singular porque es el que quienes pierden a un ser querido no deciden ni se niegan a escribir. Es el libro que la periodista gallega Tereixa Constenla empezó a escribir cuando perdió a Álex Bolaños, su marido y colega. A ese hecho se suma otro no menos dramático: ambos eran enfermos de cáncer y se habían atrincherado junto a su hija para afrontar con amor la adversidad. El texto, escrito con una fórmula epistolar, es excepcional en todos los sentidos, especialmente por su honestidad y lucidez. Recojo dos reflexiones dolorosamente extraordinarias: "El cáncer es como una lluvia helada de conciencia trascendental", "Cuando un individuo tiene cáncer, toda la familia lo tiene ...".

En 2016 Jonathan Bazzi, un chico de 31 años nacido en Milán, empezó a experimentar unas décimas en su temperatura corporal que no desaparecieron y que le llevaron a un chequeo médico. El diagnóstico fue SIDA. 'Fiebre' es la novela autobiográfica con la que decidió responder a ese fuerte golpe vital. En él narra su difícil infancia en un entorno familiar disfuncional y en un barrio convulso de las afueras de Milán, su timidez de niño tartamudo, sus primeras inclinaciones homosexuales, es decir, ese primer estigma al que luego se sumaría el otro VIH. Su libro es un testimonio personal ágil, directo y valiente que impresiona por su cruda sinceridad. Un grito en voz baja contra la literatura de las posturas.

'Donde muere la muerte' es el poemario inédito y póstumo de Francisco Brines. Una breve nota editorial explica que estuvo en él durante los últimos 25 años de su vida. Consta de 23 composiciones precedidas de un texto en prosa que las prologa y avanza el tono crepuscular del conjunto. Si el primer poema del libro, 'Mi resumen', comienza con un verso nihilista: "Como si nada hubiera pasado". - el resto de composiciones no son más vitalistas. En ninguno de ellos la muerte realmente muere, sino que vive como confirmación del final del camino existencial en el que apenas hay una modesta esperanza de resistencia: «... quiero decir que te vas / las palabras gastadas, bueno lavado, / en el fondo roto / de tu alma, / y que, si pueden, canten. "

Con un extenso prólogo de Andreu Jaume, responsable de la edición, aparece 'El nivel alcanzado', un volumen que recoge una selección de las reseñas, artículos, conferencias y prólogos que el crítico barcelonés Ignacio Echevarría ha ido escribiendo a lo largo de tres décadas sobre obras extranjeras y autores de lo más dispares en cuanto a épocas, países y géneros. Por estas páginas desfilan desde Lawrence Sterne, Rudyard Kipling o el propio Stendhal, hasta George Steiner, Raymond Williams o Iris Murdoch, pasando por Elías Canetti, William Hazlitt, Walter Benjamin, André Malraux, Witold Gombrowicz o VS Naipaul. El título, llamativo por su falta de estímulo, ha sido tomado de una cita descabellada de Robert Musil.